A continuación presentamos el articulo de Alejandro Aravena para la revista El Sábado (Sábado 18 de Julio de 2009), donde analiza el cuestionado pabellón Chile en la Expo Shanghay 2010 que ya en E2.0 te mostramos AQUÍ y también las reacciones del Colegio de Arquitectos AQUI

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No es casual que "Mejor ciudad, mejor vida" sea el tema de la Expo Universal Shanghai 2010; así como existió la edad de piedra o la edad de bronce, hoy vivimos en la edad de las ciudades. En el 1900 el 10% de la población era urbana, hoy el 50% y hacia el 2050 será el 75%.

Un mundo que se mueve hacia las ciudades es una buena y una mala noticia. Buena, porque la ciudad es un vehículo poderoso para llegar al desarrollo y es a la vez un atajo hacia la equidad. Mala, porque la migración hacia ellas ocurrirá en los países más pobres del mundo y la velocidad, la escala y la escasez de recursos con que deberemos responder, no tiene precedentes en la historia de la humanidad. De los 3 mil millones de personas que viven hoy en ciudades, mil millones están bajo la línea de pobreza. Hacia el 2030, habrá 5 mil millones de personas viviendo en ciudades y 2 mil millones estarán bajo esa línea. Dicho de otro modo, el mundo necesitará construir una ciudad de 1 millón de habitantes por semana con 10.000 dólares por familia (300 UF) durante los próximos 20 años para responder a este proceso de urbanización. La relevancia y magnitud del desafío urbano ha significado, de hecho, que sea una de las 8 Metas de Desarrollo del Milenio sintetizadas por el economista Jeffrey Sachs para Naciones Unidas.

En un claustro organizado en 2007 en el Lago di Como por el Earth's Institute, que dirige el propio Sachs, y la Rockfeller Foundation para debatir este asunto, coincidieron, entre otros, los curadores de la Expo Shanghai y gente como Rakesh Mohan, vicepresidente del Banco Central de India. Mientras los chinos buscaban perfilar de manera adecuada el tema de la Expo, Mohan hacía una de las intervenciones más lúcidas sobre los alcances e importancia de las ciudades tanto para los ricos como para los pobres.

Mohan planteaba por una parte que los saltos de las economías en el mundo durante los últimos 30 años han estado asociados a tasas de urbanización altas porque la diferencia de la competitividad de los países en la economía globalizada no está dada tanto por los precios de los bienes y servicios, sino por la eficiencia con la que se es capaz de hacerlos circular. Tal eficiencia y dinamismo es directamente proporcional a la inversión en infraestructura, y esa inversión es más eficiente en las concentraciones urbanas. Y lo nuevo estará en la capacidad de generar conocimiento. En la economía globalizada la elite profesional capaz de mover el límite de nuestro conocimiento escoge donde vivir, por la calidad de vida que las ciudades son capaces de ofrecer.

Por otra parte, la ciudad ha sido un invento humano muy eficiente para mejorar la calidad de vida de la población, particularmente de los más pobres. La ciudad es por tanto un atajo para mejorar calidad de vida, sin tener que esperar que haya redistribución del ingreso.

Todo esto explica por qué cada vez más gente quiera moverse hacia las ciudades. Lamentablemente, no hay en el mundo conocimiento suficiente para la escala, la velocidad y la escasez de recursos con los que se deberá responder a este desafío. La mayor dificultad de este crecimiento urbano vertiginoso y masivo es que la ciudad socialmente conflictiva y la ciudad generadora de riqueza estarán vinculadas de un modo en que nunca antes lo habían estado y nunca será tan clara la relación de causa y efecto entre la ciudad como problema y la ciudad como oportunidad, entre la ciudad como bomba de tiempo y la ciudad como mina de oro. Y dado que el conocimiento disponible para hacer esto de modo rápido, masivo y económico, es un recurso escaso, los organizadores de Shanghai 2010 convinieron que sería estratégico colocar a la ciudad como tema de la Exposición Universal.

En este contexto de escasez de conocimiento, Chile, modestamente, tenía algo que decir. No hay otro país en la región que reduzca déficit y no hay otro en el mundo que lo haga con recursos tan ajustados (10.000 dólares por familia). Chile es un ejemplo de uso eficiente de recursos públicos escasos: una política habitacional focalizada en los más pobres, con una cantidad y velocidad de unidades entregadas anualmente capaz de desincentivar la ocupación urbana informal, con un subsidio a la demanda más que a la oferta, que permite incluir a un mercado privado de la construcción relativamente eficiente, orientada a la propiedad, lo que permite, en la medida que los proyectos estén bien diseñados y aumenten de valor en el tiempo, que la transferencia de patrimonio público a patrimonio familiar se comporte como una inversión más que como un gasto social. Últimamente, además, hemos asistido a un empoderamiento de los beneficiarios, que ha despertado un recurso latente: el capital humano y popular. Hemos sido pioneros en un sistema de concesiones que ha permitido mejorar todas nuestras infraestructuras.

Todo esto es perfectible por cierto, pero en el país de los ciegos, el tuerto... En Chile tuvimos la pregunta un poco antes y por lo mismo cometimos los errores e identificamos los aciertos un poco antes. No es que hayamos sido los primeros en el mundo en urbanizarnos; la pregunta especifica que tuvimos un poco antes fue la de responder con velocidad, escala y recursos de situación de emergencia a la necesidad de construir ciudades. Haber tenido la pregunta un poco antes es toda la ventaja que se necesita para dar saltos de desarrollo y competitividad, y es lo que convierte en exportable un cierto conocimiento. Y como nunca, teníamos la posibilidad de ejercer por fin liderazgo en un ámbito relevante y estratégico.

Pues bien, ¿cómo contesta Chile a la invitación a participar en Expo Shanghai 2010? Se designa a Hernán Somerville para que haga de gerente de la participación de Chile. Él llama al publicista Eugenio García, de la productora "El otro lado", para que se haga cargo de nuestro pabellón. García inicia una ronda de consultas con varios conocedores del tema y define un concepto que Chile "compartirá" con el resto del mundo. Finalmente se designa a Sabbagh Arquitectos para que hagan el pabellón.

¿Y qué expondremos? Ahí empieza el problema. Es difícil saber cuál es el punto que probará Chile en la Expo. Después de mucho esfuerzo medio se logra entender que se expondrá algo así como los problemas de la ciudad contemporánea y lo que ella le produce al hombre, para llegar en algún momento a un lugar en que las personas se encuentran, porque lo mejor de las ciudades es su gente.

Esto nada tiene que ver con la arquitectura del pabellón. Es verdad que el pabellón usa muchos lugares comunes como edificio, un cliché arquitectónico que incorpora casi todo lo se debe incorporar para ser políticamente correcto y cuya originalidad arquitectónica es como de 15 años atrás.

Pero ese no es el problema. Sólo un ejemplo para comparar y entender qué podría haber sido una buena participación. Dinamarca dice ser líder en tratar los recursos naturales de manera sustentable en sus ciudades. De hecho se enorgullecen de que se puede nadar en el puerto de Copenhage. ¿Qué expondrá Dinamarca en Shanghai? Llevarán 1 millón de litros de agua del puerto de Copenhage y harán un balneario público en la Expo. No sólo leyeron bien que después de 5 km2 de exposición se agradecen los lugares de descanso, sino que están planteando y mostrando que si alguien quiere hacer buen uso del agua en las ciudades, dos recursos estratégicos del futuro, entonces que los llamen a ellos. No hemos visto ni una sola imagen de ese pabellón y aún así nos queda clarísimo el punto que quieren probar e intuimos las implicancias que una presencia así puede tener para el desarrollo estratégico de ese país. ¿Cómo vamos a medir el éxito de nuestro pabellón? ¿Por las visitas de turistas coleccionadores de folletos y muestras gratis típicos de estas ferias? Una primera cosa sería definir desde ya un indicador de resultados (o lo que se conoce como rentabilidad social del proyecto, que es lo que a todo proyecto que use fondos públicos se le exige) y poder medir así la gestión de quienes han estado a cargo.

Alguien dirá entonces que no se pretendía generar negocios, que era una embajada cultural. De nuevo un ejemplo para comparar. Dinamarca investigó qué sabían los chinos de ellos. Y concluyó que en el sistema educacional chino se leían los cuentos de Andersen, pero que nadie los identificaba con los daneses. ¿Qué hicieron? Tomaron la Sirenita de Copenhague, la postal turística y el símbolo de la ciudad por excelencia y que es uno de los cuentos de Andersen, y luego de una votación en el Congreso, decidieron trasladar durante los 6 meses que dure la Expo, la sirenita de Copenhague a Shanghai. ¿Alguna duda de lo que es una embajada cultural potente?
Chile podría haber puesto a disposición del mundo liderazgo en un ámbito donde las experiencias exitosas son escasas o casi nulas. En vez de ir a vender una imagen, podríamos haber puesto a disposición del planeta conocimiento relevante, mejorando nuestra imagen como consecuencia, y no como un fin en sí mismo.

¿Dónde estuvo el error? Contestamos con un concepto. ¡Si aquí había que contestar con conocimiento! Esto es equivalente a perderse un penal (como Caszely) en un evento global (como el Mundial de España 82). Todo esto lo sabían los responsables del proyecto. De hecho hubo reuniones en que ante la perplejidad por el camino elegido, se les hizo ver que nos estábamos perdiendo una oportunidad única de exportar un país completo, con una cadena de valor que iba de lo público a lo privado y de las élites al mundo popular. Pero la soberbia pudo más.

Alguien dirá, ¿no será un poco injusto comparar esto con el penal que nos perdimos en España? En verdad, sí es injusto con Caszely por 3 razones:
En primer lugar, si Caszely convertía el penal no pasaba nada; no pasábamos a la siguiente ronda, ni evitábamos irnos para la casa. Aquí, nos perdimos una oportunidad única de haber estado en el lugar indicado, en el momento indicado y con el conocimiento suficiente para haber ejercido por una vez un liderazgo en algo.

En segundo lugar, en España pusimos a lo mejor que teníamos al patear ese penal. Si nos va mal, jugándonos nuestras mejores cartas, qué se le va a hacer. Hasta los mejores se equivocan. Pero aquí no fueron llamados los mejores y el penal fue pateado con excesiva confianza, para usar un eufemismo.

Y por ultimo, para ser rigurosos, esto es más cercano a un autogol que a un penal perdido. Porque partir por subrayar los problemas de la ciudad, de nuestra ciudad, la contaminación, el estrés, la congestión, la inseguridad, puede producir un efecto contrario al deseado. ¿Por qué el mundo vendría a buscarnos si aparentemente lo hemos hecho tan mal con nuestras ciudades? ¿Alguna empresa chilena querría promocionarse en el mundo asociada a los problemas que todos archi-sabemos que la ciudad puede tener?

Lamentablemente ya es demasiado tarde para corregir el rumbo. El error estuvo demasiado al principio. Será para la próxima. Ya está empezando a pasar que ciertas personas clave en el mundo se preguntan, ¿qué le pasó a Chile que está presentado esto en Shanghai? Como es difícil defender lo indefendible, lo mejor que nos puede ocurrir es pasar desapercibidos, no notarnos. Un Maracanazo de verdad, no con corte en la ceja auto inferido, pero sí con una bengala que produzca una cortina de humo a la que podamos echarle la culpa.

*Alejandro Aravena es director ejecutivo de Elemental y ganador del León de plata en la Bienal de Venecia